El autoconocimiento y cómo llenar el lavavajillas

El autoconocimiento y cómo llenar el lavavajillas

Conocerse a uno mismo es un básico pero ¿lo estamos enfocando bien?

Uno de los cuatro pilares de la inteligencia emocional es el autoconocimiento. Cuanto más nos conozcamos a nosotros mismos mejor podremos saber cómo nos afectan nuestras emociones, como controlarlas y como expresarlas, mejorando las relaciones con los demás. Pero muchas veces un mal enfoque en el proceso de autoconocimiento puede hacer que nos engañemos sacando conclusiones erróneas.

Cuando pensamos en nosotros mismos solemos utilizar la pregunta “¿Por qué…?” siendo tan peligrosa como útil y necesaria. Es una pregunta que nos obliga a pensar, pero pensar no es conocer. No por mucho pensar en nosotros mismos nos estamos conociendo mejor. 

Esta pregunta saca de nosotros justificaciones, excusas y siempre mira hacia atrás. Nos ancla en el pasado y, muy frecuentemente, es el inicio de discusiones.

Cuántas veces nos hemos hecho preguntas del estilo a “¿Por qué me ha salido tan mal la reunión?”, “¿Por qué no soy capaz de hablar con esa persona sin discutir?” o algo muy serio, “¿Por qué mi pareja no coloca bien las cosas dentro del lavavajillas o al menos igual de bien que yo?”.

La pregunta “¿Por qué…?” nos fuerza a buscar respuestas para justificarnos y nos acabamos engañando a nosotros mismos y hay dos experimentos que así lo demuestran.

En 1977, Richard Nisbett y Timothy D. Wilson, les dieron a escoger un par de medias de entre cuatro opciones a varias personas. Al preguntarles “¿Por qué has escogido ese par de medias?” había respuestas muy variadas algunas relacionadas con el color, otras con la textura o con la apariencia... pero realmente todas las medias eran iguales.

En 2005, este fenómeno se evidenció aún más cuando Petter Johansson y Lars Hall mostraron dos fotos de caras a varias personas de forma individual y les preguntaron qué cara les parecía más atractiva. Tras un juego básico de manos que se utiliza en la magia con cartas les daban la carta no elegida y se les preguntaba “¿Por qué crees que esta persona es más atractiva?” para que justificasen su elección. Del 70% de las personas que no se dieron cuenta del engaño, el 100% fue capaz de justificar su elección, aunque no estuviesen hablando de la foto de la persona que consideraban más atractiva. Merece la pena ver el experimento en este video (link).

Estos son ejemplos de cómo la pregunta “¿Por qué…?” nos fuerza respuestas que crean hechos alternativos alejándonos de nuestra verdadera naturaleza. Debemos ser más tolerantes con nosotros mismos y no forzar justificaciones. Nuestros cerebros no analizan datos lógicamente y sacan conclusiones precisas como si fuesen ordenadores.

¿Cuál es la solución? Buscar alternativas que nos permitan aprender, abrir nuestra mente, mirar hacia el futuro y generar acción.

Hay ocasiones en las que preguntar “¿Qué?” es mejor. “¿Por qué me salió mal la reunión?”, nos puede llevar a contestar justificaciones que conviertan anécdotas en características, sin embargo, si nos preguntamos “¿Qué puedo mejorar en la siguiente reunión?” nos hace pensar en futuro, en acción y en mejora. “¿Por qué no me llevo bien con esa persona?” Podemos cambiarlo por “¿Qué hace que esa persona me haga sentir tan mal?” Y estaríamos cambiando la búsqueda de una justificación por la búsqueda de una solución. 

Pero mi pregunta favorita es “¿Para qué?”. Aunque hay varios estudios que avalan la potencia de esta pregunta, yo tengo el mío propio. Cuando mi hijo de 4 años hace alguna cosa mal y discutimos, si le pregunto “¿Por qué has hecho eso?” siempre tiene respuesta. De hecho, demasiadas. Esto hace que la discusión vaya en aumento porque él se está escuchando, se está apoyando en la realidad que está construyendo, pero a la vez se está engañando. Sin embargo, si le pregunto “¿Para qué has hecho eso?” la situación cambia radicalmente. De primeras contesta un tímido “No sé”, y animándolo a pensar un poco más mira hacia adelante y se da cuenta de que no gana nada habiendo hecho esa acción. Esta pregunta le ayuda a reflexionar, pensar en futuro y corregir comportamientos. 

Qué pasaría entonces si cambiamos “¿Por qué mi pareja no coloca bien las cosas dentro del lavavajillas o al menos igual de bien que yo?” por “¿Para qué colocará mi pareja las cosas del lavavajillas de esa manera? El enfoque es completamente distinto. Es un acercamiento más humilde, que busca aprendizajes, soluciones, que genera movimiento y no estancamiento en una discusión.

Cuidado con querer conocernos a nosotros mismos pensando mucho en nosotros y apoyándonos en la pregunta “¿Por qué…?” ya que podríamos estar condicionando nuestra autoimagen y engañándonos por el simple hecho de justificar nuestros actos. Démosle un enfoque distinto a la introspección.


“De todos los conocimientos posibles, el más sabio y útil es el de conocerse a sí mismo”

William Shakespeare